​

Platón estaba persuadido de que la música era un modo de filosofía. Ciertamente, se trata de dos lenguajes de distinta naturaleza, pero ambos, a su manera, buscan desde el pasado equilibrio y la verdad, eso que los griegos conocieron como alétheia. La música o mousiké fue concebida desde el inicio como uno de los principales cauces del saber; pero no era considerado uno más, sin duda. La música representó, desde su aparición en Occidente, un instrumento de pensamiento, una auténtica sophía, es decir, una sabiduría. En un episodio del platónico Timeo se lee que aquel que «cultiva adecuadamente su cuerpo debe dedicar los movimientos correspondientes al alma a través de la música y la filosofía». Cuando Platón cede la palabra a su maestro Timeo, éste admite sin rodeos que la filosofía es la más alta música. Y todavía más: aquello que vemos expresado en el noveno libro de la República debe entenderse como una auténtica declaración del filósofo de Atenas, pues en sus páginas afirma que el ser humano «debe ser gobernado por lo sabio y divino», de suerte que todo ha de encaminarse a favorecer la moderación y la justicia, y a hacer que cada uno de nosotros tienda siempre a afinar el cuerpo «con vistas al acorde del alma». La música está facultada para a aspirar a un equilibrio que el mundo desvirtúa por defecto. Pese a la distancia que nos separa de la Grecia de los presocráticos y de la época clásica, su legado nunca ha perdido vigencia, no en vano durante la Edad Media y el Renacimiento sus teorías y su filosofía fueron atendidas y estudiadas con detenimiento y admiración, del mismo modo que sucedió en los siglos XVII y XVIII. La profunda estela dejada por este interés, unido al estrecho vínculo de la música y la filosofía, sirvieron, y todavía sirven, a los filósofos para preguntarse por las cuestiones más profundas del ser humano. No es un asunto menor, accidental, que ilustres pensadores, entre ellos Schlegel, Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche en el XIX, y, posteriormente, Dilthey, Weber, Jankélévitch, Simmel, Adorno, Bloch, Zambrano, Hersch, Badiou, Steiner, Cacciari y Sloterdijk en nuestros días, hayan dedicado su esfuerzo a pensar qué nos está diciendo la música, qué desde la abstracción de su lenguaje, cuyo sonido desvela unas dimensiones imposibles de vislumbrar desde la sola razón.

«La música está facultada para a aspirar a un equilibrio que el mundo desvirtúa por defecto.»